¿Se tiene poder siendo débil?
Mi vida fue una infancia sencilla pero muy dichosa, es a lo que pudiéramos llamar una niñez “normal”, (aunque jamás he estado de acuerdo a “normalizar” las cosas). Mi familia era una familia unida, estudié la primaria en escuela pública y los básicos en un colegio de clase media, el que pagaban mis padres con algo de sacrificio. Viajábamos los fines de semana a Purulhá, la tierra hermosa que vio nacer a mi padre en Baja Verapaz.
Fui una estudiante promedio, no perezosa pero tampoco sobresaliente, hice amigos muy buenos, siempre fui querendona y además muy llorona; siempre me daba mucha pena tomar acciones enérgicas. Mi infancia transcurrió mayormente corriendo por el monte, jugando con los hijos del guardián de nuestro terreno, especialmente con mi comadre, “la Lola”.
Tuve la dicha de tener como padres a las personas más humanas e inteligentes que haya podido conocer, Bernardo Lemus Mendoza y Telma Isabel Gordillo de Lemus, ellos me enseñaron, entre otras cosas, principios y valores sociales. Mi padre fue asesinado en tiempo del conflicto armado cuando yo iba a cumplir 14 años y mi madre murió en un trágico accidente un par de años después.
Después de casarme, divorciarme, criar a mis hijos y enseñarles un poco de lo que aprendí, me tocó volver al terruño, que ahora considero propio, en donde recientemente se había abierto una biblioteca municipal que llevaba su nombre en memoria de mi padre.
Un día, decidí dar un paseo por ese nuevo lugar; allí estaban, cientos de niños con botitas de hule, que sinceramente me recordaban los compañeros de mi infancia (y también la propia infancia de mi papá). Niños de escasos recursos que se acercaban en busca de algún tipo de información con la intención de hacer sus tareas de la escuela.
Fue allí donde encontré el valor especial que necesitaba para hacer la diferencia: comencé ayudándoles a buscar la información, a conseguirles libros de texto, a enseñarles a buscar en el diccionario y ver cómo ellos sacaban de los bolsillos de su pantalón pedazos rancios de hojas de papel, con la intención de lograr diferentes oportunidades en la vida.
Comencé, con la ayuda de mis hermanos, a buscar material educativo de medio uso, cuadernos, crayones, láminas que les facilitaran en parte la oportunidad de conseguir una vida un poco diferente a lo que como sociedad hemos condenado a las familias de escasos recursos. Nosotros le apostamos a la educación integral como herramienta.
Nos dimos cuenta que es imposible hablar de educación cuando se tienen los pies descalzos y el estómago vacío, por ésta razón nuestro trabajo ha girado alrededor de actividades diversas, siempre en búsqueda de formar seres humanos independientes, con valores, principios, con salud adecuada y espíritu de superación comunitaria, con inteligencia emocional, con razonamiento crítico y sobre todo, que deseen ganarse la oportunidad que buscan, sin esperar que todo se les resuelva.
No se necesita ser una persona especial, solamente se debe asumir un compromiso social con el corazón.